Es en el verde campo, interminable, media noche, resplandece.
Viento termina por disiparse, un destino real e inevitable.
Se marcharon después del fantasmagórico evento, pero en
la ida un extraño personaje de ademanes exagerados se separó del grupo, abrió los brazos teatralmente y despegó en un rítmico bailoteo que terminó en donde Viento había
sido vista por última vez, olfateó alrededor saboreando el aire, farfullando palabras incomprensibles.
Pasó mucho rato midiendo inexistentes distancias, admirando las estrellas, comiendo caramelos...
Finalmente tiempo después, aparentemente satisfecho por los "resultados", en tono solemne dijo:
No es la primera vez que decides marcharte; de la misma manera en que apareciste, de pronto, de paso, de huida, recitó a su invisible audiencia, y más dulcemente continuó, no es tu culpa cariñito, ¡esos sujetos están zafados!; pero tú, cariñito tú regresarás, lo presiento.
Pasó mucho rato midiendo inexistentes distancias, admirando las estrellas, comiendo caramelos...
Finalmente tiempo después, aparentemente satisfecho por los "resultados", en tono solemne dijo:
No es la primera vez que decides marcharte; de la misma manera en que apareciste, de pronto, de paso, de huida, recitó a su invisible audiencia, y más dulcemente continuó, no es tu culpa cariñito, ¡esos sujetos están zafados!; pero tú, cariñito tú regresarás, lo presiento.
Ya deja de burlarte de ella Arlequín, lo interrumpió de pronto una voz femenina, Soledad de
pié a unos pocos metros lo observaba inexpresiva.
¡Me llamaste Arlequín! exclamó el sujeto mientras una descuadrada sonrisa desfiguraba
su rostro, ¿acaso eso me da derecho a escribir? Oh sí, oh sí, gritó alegre, finalmente llegó mi
momento, no te decepcionaré preciosa.
Nunca dije eso, respondió ella avanzando hacia el individuo, llevaba una pequeña pala de jardín y una blanca Azucena dentro un vaso de cerámica.
Mientras Arlequín danzaba frenético, Soledad la Luna llena,
trasplantaba la Azucena en el lugar donde Viento había desaparecido, lo había hecho
desde que la primera brisa se había desvanecido y como despedida entonó una dulce
melodía. Arlequín se sentó a su lado, hipnotizado movía rítmicamente la cabeza.
¿Crees que volvamos
a verla? preguntó de pronto él, saliendo de un trance inexplicable,
Soledad levantó los ojos al cielo en donde alto brillaba su reflejo, en un susurro
contestó: Viento es parte del sueño, mas no de nosotros, ahora volvamos que se hace
tarde.
Ni siquiera Arlequín era inmune a los encantos de Soledad, le sonrió dulcemente y la siguió de regreso a la ciudad.
Ni siquiera Arlequín era inmune a los encantos de Soledad, le sonrió dulcemente y la siguió de regreso a la ciudad.
Es en el verde campo, interminable, media noche, resplandece.
Viento respira, los blancos pétalos mantienen viva la memoria, viva la esperanza de una nueva brisa.
El Hacedor de Máscaras
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