Aún brilla alto el sol, los invisibles vellos de la piel de ella se erizan.
La tentadora brisa recorre inquieta las colinas, alcanza rincones insospechados, escribo cauto, temo ser atacado; finalmente estoy solo en la oscuridad de mi mente. La velada luz de un testarudo cerillo brilla fuerte, refleja curiosas sombras todo alrededor; danzan inquietas, dueñas de una saqueada vida.
Viajaré contigo para no volver, la lluvia me recuerda el hogar que nunca tuve y que ahora ciego encuentro.
Una melodía explota en algún rincón, la tenebrosidad hace imposible reconocer la proveniencia de tan dulce gemido, me topo contigo en la oscuridad, reconozco tu rostro con el tacto, tu dulce aroma narcotiza mis sentidos; te ruego que me dejes dormir, tù sola puedes ahora permitirlo; hoy en la vida fantasma no tengo; fresco yo, busco reencontrarnos en el confuso ocaso de mi consciencia.
Eres el desierto, velada modestia adorna tus sutiles maneras, agudos tus ojos al mirarme y al no hacerlo, argucias que dominas y usas sin el menor reparo; tirana indescifrable.
Como la mejor de las actrices, muestras de ti solo aquello que más te conviene, ocultas los más profundos deseos, deseos que termino incauto complaciendo; nos enfrentaremos en necesarias batallas, hasta que jadeantes encontramos tregua en la extenuación.
A estas alturas cariño mío ya no hay más temor, rasgas mis piel con una caricia, detienes mi corazón con un roce de tus dulces labios; acaramelada manera tuya de matarme, te adoro asesina embustera.
La fría noche me despierta, sacude mis entumecidos sentidos. Puedo ver a través del tiempo, recuerdo haber luchado yo solo por tu vida; dejé de creer pero recordé lo que te puedo dar, nada real.
Ahora abriré los ojos, adiós.
El Mitòmano
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